Los mensajes subliminales, la crisis y la Virgen de Consolación de Utrera.
-A las buenas, vecino. Ya se va haciendo una costumbre esto de vernos aquí, los domingos y en este mismo lugar para compartir el cigarrito mientras sacamos a los perros a hacer sus necesidades. Oiga, ¡mire que se ha puesto difícil esto de compartir el cigarro en los tiempos que corren! ¿Verdad? ¿No le da a usted la sensación de estar haciendo algo malo? ¡Qué le vamos a hacer! La vida que da muchas vueltas y algunas son como vueltas de campana. A mí, lo de compartir un pitillo (Si, sí; de tabaco de liar, claro. ¡Al precio que está el otro cualquierilla se atreve a hincarle el diente!),pues esto de fumarse un cigarrito mientras se charla un poco, no me parece ninguna mala costumbre; es más, yo creo que si se habláramos tendríamos menos desacuerdos y se rompería ese viejo dicho que reza: “Buenos vecinos, mal avenidos” ¿Por qué tiene que ser así?
-¡Quieto, León! ¡La madre que parió al perro! Siempre me hace recoger con la bolsita sus regalos en el mismo sitio. Ya, ya veo que usted también lleva bolsitas, no como aquel de allí enfrente que deja las defecaciones del animal en plena calle ¿Lo ve?... ¡Eh, que eso se retira con bolsas de plástico que venden en las tiendas de animales, hombre! ¡Que no se deja ahí para que la pise cualquiera! ¡Será…! Ya, ya me callo, vecino ¡Pero es que los hay que no piensan en nadie, leches! y, claro, ¡así nos luce el pelo!
En fin, no hizo Dios el mundo en un día, sino en siete… A ver si a ese, cuando se lo diga siete veces, se compra las bolsas para la caquita del perro, ¡coño!
-Y hablando de todo un poco. Eso de la repetición y repetición hasta el cansino, me voy yo dando cuenta de que esconde algo y de que tiene que ser rentable. ¿Que por qué se lo digo? Pues mire usted, por todo este jaleo que hay liao con lo de la jubilación a los sesenta y siete, con lo de la congelación del sueldo de los pensionistas o con lo del cinco por ciento del bajón a los funcionarios. Con todo eso que dicen que es por la crisis. Yo, la verdad, esto de la crisis no lo entiendo muy bien. Dicen que empezó en un banco de los Estados Unidos, ¿no? Y me digo yo: ¿tan grande era ese banco? Porque, lo que es este menda lerenda, allí no tenía la cartilla de ahorros ni conoce a nadie que la tuviera. Además ¿de qué crisis están hablando?, ¿de la de Afganistán, de la Oriente Medio, de la del Golfo Pérsico, de la de Centro América o Sudamérica o de la de los pobrecitos chiquillos que se mueren de hambre en lo que llaman Tercer Mundo? Yo, le repito, me quedo con esto totalmente descolocao. Un servidor no alcanza a entender de qué crisis se trata porque me pongo a ver los telediarios (¡y mira que llevo vistos telediarios!) y resulta que no hay un puñetero día en que no hablen de una crisis. ¿Es que porque en esto que llaman Primer Mundo, una persona que antes ganaba cinco y ahora gana tres estamos zambullidos en la peor de las crisis? Pues mire, no me lo creo. Yo sigo pensando que la peor de las crisis de este mundo, al que algunos llaman Aldea Global… (¿dice usted que no es aplicable ese nombre a este contexto? ¡Vaya por Dios! pues anda que no sacan los pies del tiesto la gente que no los tiene que sacar… ¿me entiende, no?) Bueno, como iba diciendo antes de que me interrumpiera (perdonado) mis cabales opinan que los chavalitos muertos de hambre se siguen muriendo de hambre y que la verdadera crisis de este mundo es la de los valores, la de la falta de solidaridad, entre otros. Pero nada, aquí lo que le importa a cada hijo de madre es su cartera y punto. ¿Está de acuerdo, vecino? Hombre, me alegro mucho de que estemos en la misma onda.
-Pues mire, a lo que iba, que me pierdo más que el alambrito del pan bimbo. Hubo un tiempo en que yo trabajaba en un pueblo muy pequeñito, unos dos mil habitantes y en la provincia de Sevilla, Andalucía, dicen que España, el mundo, vamos en lo que sería en otro contexto, como usted dice, la Aldea Global. Sí, sí. No me paso, no divago y voy al grano, que un grano no hace granero pero ayuda al molinero. Pues en aquel pueblecito había sólo un bar medio en condiciones y a él íbamos los currantes a desayunar. Un buen día a la hora justa apareció por allí un vagabundo. ¡Vaya, hombre! ¿Dice usted que eso de vagabundo tiene una segunda acepción peyorativa? Mire, no me líe que yo no quiero peyorar a nadie. ¿Que es más respetuoso decir trotamundos? Bueno, pues el que apareció era un trotamundos. El trotamundos se pidió una copita de coñac peleón y, después de zampársela de un trago, exclamó: ¡Viva la Virgen de Consolación de Utrera, que es la más bonita! Nadie contestó, le dimos la espalda con recelo. El hombre se pidió una segunda copa y repitió la faena: ¡Viva la Virgen de Consolación de Utrera, que es la más bonita! Todos nos quedamos extraños, pero no estupefactos, sino extraños. No acabó ahí la cosa porque el trotamundos volvió a pedir una tercera copa de peleón y, al acabarla, siguió con la misma retahila pero con una variante; esta vez dijo: ¡Viva la Virgen de Consolación de Utrera, que es la más bonita!, dejó pasar unos expectantes segundos y añadió: ¡No ni na, no es la más bonita! Dicho esto pagó y se marchó sin decir más palabra de alabanza para su Virgen. Naturalmente, tras su salida del bar comentamos la actuación del extraño cliente y nos reímos a gusto y a sus espaldas, como suele ser de costumbre, claro. Lo que no imaginamos es que el mismo comportamiento se repetiría diariamente tres o cuatro mañanas más, hasta que ya la concurrencia habitual, sabedores de los argumentos, los repetíamos con él de buena gana, le dábamos conversación y nos reíamos. Llegó el día en que permaneció serio en la barra del bar sin decir ni pío. Todos nos preocupamos y nos fuimos hacia él repitiendo su discurso hasta que a uno se le ocurrió decir: “Manuel, ponle un café y una tostá al amigo” Otro dijo: “Y que no le falten sus copitas” A partir de ese momento el trotamundos desayunó gratis todos los días, mientras nosotros le hacíamos repetir los vivas a su Virgen con la misma conclusión final…
Una mañana despareció. Nunca supimos si “un mal viento se lo llevó” y se fue a trotar a otro mundo. Pero pronto llegó otro con un discurso similar. Se ve que el mercado de los trotamundos estaba bien organizado…
¿Cómo dice? ¿Qué aquellas exclamaciones y aquella forma de actuar contenían mensajes subliminales y que eso consiste en una especie de código oculto en el discurso principal y que lo capta la conciencia?
-Mire, pues entonces esto de la crisis es igual. También contenía uno de esos mensajes, porque unos venga a decir que no existía y otros venga a decir que sí, luego ambos dijeron que sí y al final, ayer voy yo y le digo a la parienta: “No te preocupes, cariño, si tenemos que trabajar hasta los sesenta y siete años, pues dos años más que tenemos para ahorrar el dinerito de la caravana que necesitamos para como los alemanes, que siempre son ricos, irnos de trotamundos”. Lo malo es que no sé si los ahorritos de dos años darán para la caravana, ni si la vida nos concederá una prórroga de dos años más de libertad pero claro, la parienta es la parienta y esas cosas no se las digo ni de coña.
-Ahora, si este mensaje subliminal es cierto, como parece ser, ¿cree usted que esto se arregla cambiando al gallo del gallinero, o habrá que hacer un gallinero nuevo?
Buenas noches, vecino.
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