“POR LO CIVIL Y POR LO MUY CRIMINAL”
-Algunas veces. Sí, hombre, claro que sí; cuando no hay fútbol en la tele. Está bien, la verdad es que donde digo “algunas veces” debería haber dicho “casi nunca”, tiene Ud. razón, vecino. Pero es que, para mí “casi nunca” es igual que “algunas veces”; que ya tiene uno bastantes quebraderos de cabeza para andar en donde nadie lo ha llamado. Bueno, pues algunas veces pienso. Sí, sí. ¿Por qué me pone esa cara? Algunas veces pienso, desde mi entender de profano en la materia, que las leyes del trabajo están muy mal hechas. ¿Que si yo las hubiera hecho mejor? Pues mire Ud., no lo sé. A mí nadie me consultó nunca nada. ¡No! No me hable de eso que llama plebiscitos o consultas populares y mucho menos de las elecciones sindicales porque a mí, profano en la materia, como le dije, todo eso me parece el “juego del teléfono”. ¿Se acuerda? Sí hombre, sí. Aquel en que una frase pasaba de oído a oído en un corro de niños y, al final, tanto “orejeo” de chiquillos hacía que la que escuchaba el último fuera un disparate comparada con la que había dicho el primero; siendo ese disparate directamente proporcional al número de críos que había en el corro, es decir: a más intermediarios, mayor era el disparate. ¡Hombre! Me alegro que esté de acuerdo conmigo. ¡Si es que cuando uno quiere expresarse!
-Me parece que estoy divagando, ¿verdad? Normal. ¡Sé tan poco de estas cosas!
-Imagino que me echan de mi trabajo y se me ponen los pelos de punta y si imagino que, encima, la empresa no tiene razón, entonces sí que se me ponen todos los pelos de punta, ¡hasta los que no tengo! Me expreso: Resulta que no me despiden por ninguna causa del curro, que mi comportamiento ha sido ejemplar, que me he portado como un aceptable profesional y como un celoso cumplidor de mis deberes y que además, me tienen por un buen compañero mis compañeros. Pero ocurre que mi jefe me despide por otras infinitas causas que se le pueden ocurrir al abogado de mi jefe como, por ejemplo: que me gusta su novia, que no es de mi hermandad de penitencia, que no soy de su religión o del color de su piel; que no soy de su partido político o que le gusta mi mujer y decide mandarme al paro como corresponsal de guerra ¿Me he expresado?
-A mi corto entender, cuando estas cosas ocurren (¡y ocurren!), si los juzgados o tribunales (tanto monta, monta tanto, para mí) me dan la razón y gano el pleito, mi jefe tiene dos opciones: a) me readmite -cosa que no pasa casi nunca- y b) me indemniza –cada vez con menos dinero- y me despide.
-Me da la impresión de que, cuando la quina es quina o la leche mala, el ser humano jefe, como ya le he dicho, opta siempre por la solución de sus partes nobles (¿por qué se llamarán partes nobles hasta en los plebeyos? ¿usted lo sabe?) y te deja en la calle. Total, como el despido resulta cada vez más gratis… Sí, sí. No es que sea cada vez más barato, ¡es que cada vez es más gratis!
Imagino cómo me podría sentir en esas circunstancias, cómo se derrumbaría mi mundo, cómo formaría la primera vez (siempre es la primera) en la “cola del paro”, cómo se verían afectados mis sueños profesionales o cómo, por no seguir, escucharía de la boca de mi psiquiatra (si es que me habla) que lo que me pasa es que tengo una jodida depresión, de-pre-sión… de - pre - sión… como si salieran las sílabas del alma de un cántaro vacío.
-Ganar, lo que se dice ganar, no gano nada. Tal vez en este mundo, que dicen los entendidos que es de economía neoliberal (aunque otros entendidos digan que no lo es), gane el derecho a morir con las botas puestas, que sería lo mismo que decir que caigo en combate rodeado de la máxima dignidad liberal, pero eso, ni lo pagan ni es una pastilla que mi psiquiatra vaya a mandarme para la depresión por causas laborales; no la pasa la Seguridad Social.
-¿A quién toca pagar todo esto? ¿Quién me paga todas estas externalidades negativas, que diría el economista? Pues… aparte de lo que cuesta el psiquiatra cinco minutos cada cuatro meses y aparte de la aportación de la Seguridad Social (o sea: de todos) por el gasto farmacéutico, no hay nadie que pague estas consecuencias. ¿O sí? Sí, claro que sí. Las pago yo. Y no me venga con la milonga del costo por desempleo porque el paro también lo he pagado yo ¡y muy bien pagado! durante todo el tiempo de mi “curro”.
-Parece ser que estas cosas, en algún que otro medio “ambiente” suelen ocurrir por razones ideológicas, como le decía al principio. ¡Pero hombre! ¿no habíamos quedado en mil novecientos setenta y tantos en eso de la libertad de pensamiento, de la libertad de reunión y de la libertad de expresión? ¿A qué me vienen ahora con esa vaina?… ¡Joder!
-Aquí no hay forma de aclararse. Dicen que los incas, ese misterioso pueblo, elegían a sus jefes por razones meramente éticas, sin elecciones ni nada. Digo yo que, si lo
hacían los incas, con el tiempo que ha pasado de eso, ahora los elegiremos mejor, ¿no? Porque no venga Ud. a decirme que ni nuestros jefes ni nuestros políticos son éticos ¿Hasta ahí va a llegar la broma después de tantos siglos? ¿A que en vez de comportarnos como incas lo hagamos como incapaces?
-Otra cosa que ocurre, según llega a oídos de los que no se callan ni debajo del agua, es que puede despedirse a dos profesionales, mini-indemnizarlos y meter en su lugar a otra persona cuyas influencias puedan venirle de perilla al jefe. Pero, hombre ¡qué barbaridad! Eso no se puede hacer, jefe. Eso supone multiplicar por dos todas las externalidades (que bien hablan los economistas) de las que ya hemos hablado: dos psiquiatras diez minutos cada cuatro meses, dos cajas de pastillas, dos autoestimas que se van a la mierda y… ¿para qué? Para obtener un favor, claro. Pero ¿de verdad cree que le será rentable a la larga? No lo es ¡leches! No lo es. No lo es porque usted, jefe, es una empresa seria y las empresas serias no obtienen así sus rendimientos económicos.
-La verdad, no tengo más remedio que reconocer que estoy hecho un lío, que no entiendo nada de leyes laborales, ni de política, ni de recursos humanos ¡ni de la madre que parió al jefe!
-Aquí lo que ocurre es que ni el jefe es jefe, ni esto es serio; porque a mis cortas entendederas de profano (repito), en estos hipotéticos casos, que se dan a diario, la empresa y el jefe no puede irse de rositas con una indemnización cada vez “más gratis”, sino que, por el daño humano causado y por incumplimiento de cuanto se escribió en el año setenta y tantos, por todos, tendrían que responder además de por lo laboral, por lo civil y por la muy criminal. ¿No cree Ud., vecino?
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