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lunes, 24 de junio de 2013

Ayer me enteré... Félix y Jesús ya no están entre nosotros

Ayer me enteré... Félix y Jesús ya no están entre nosotros. 

 Con Félix me hizo coincidir el interés por la política durante mi corto paso por I.U. Él llegó a ser concejal en una legislatura  y se fue, muy dignamente, cuando perdió la confianza de la Asamblea Local, ese mismo día nos apartamos Gerardo y yo en solidaridad  y en base a la actitud de apoyo que habíamos adoptado hacia su criterio, cosas que pasan en la izquierda y que no pueden pasar en la derecha porque la vara de medir es distinta. Pero su mundo era otro, Félix era sindicalista. Lo suyo estaba en las peleas con las empresas y con el Ayuntamiento, en la discusión de los Convenios Colectivos y de todas las reivindicaciones que el trabajador planteara, el "juego" de la negociación, el regate corto, el provocar o ver venir las vacilaciones del contrario y aprovecharlas en un suspiro. Él no era de UGT ni de COMISIONES, militaba y trabajaba para el SINDICATO UNITARIO DE HUELVA. No tenía coche, caminaba rápido y con paso largo,  con la misma cartera en la mano, chaquetón de piel negra  y botas en invierno, pantalón vaquero siempre y, muchas veces,  dirección al autobús sentido a la capital o viceversa con su mirada fija y sus asuntos laborales a cuesta. Cuando no era así, cualquiera lo paraba o se paraba con cualquiera en la calle, una esquina o la barra de cualquier bar y unas cervezas se convertían en eficaz e improvisado despacho donde atendía de igual modo a uno que a otro, pero las puertas de la sede del Sindicato en Ayamonte, que eran su responsabilidad, estaban abiertas cuando tenían que estarlo y allí se le encontraba, sentado a su mesa cavilando sobre la mejor forma de llevar adelante los intereses de sus representados o informándose de cualquier  tema que le fuera necesario en y para sus quehaceres sindicales.

 Félix era una persona amante de la cultura y con una base de conocimientos marxistas que ya quisieran para sí muchos de los que se sientan en las poltronas rojas de Madrid, de Sevilla o de cualquier otro lugar. Algunas veces mantuvimos sanas discusiones sobre teatro en las que me reprochaba el representar o dirigir todo aquello que, según los textos, no tuviera lo que él llamaba interés reivindicativo. Entonces yo le decía que, la reivindicación, cabía en cualquier texto siempre y cuando se trabajaran los substexto con la intención de reivindicar y ahí solía llegar el conceso que firmábamos con algunas cañas. Otras veces nuestras conversaciones iban sobre alguna novela, algún autor o alguna poesía, sin que faltara el paso por el mundo económico que viene después del capitalismo, de la importancia de la Sociedad Civil organizada en la democracia participativa, o de los precisos cambios regenerativos que pedían a gritos las izquierdas. En estas conversaciones también estaba Gerardo (sobre todo después de nuestra salida de la Asamblea Local de I.U.) y los tres nos hacíamos llamar, en clave de broma, "el poliburó". No voy a negar que, con pretendido apoyo en el sindicalismo de Félix y en el carisma de Gerardo, "el poliburó" manejó en algunos momentos la idea de presentar una alternativa real a la de Izquierda Unida en las elecciones municipales que vendrían, basándonos en que la actitud de la coalición en la ciudad , a nuestro entender, se encontraba distante de la realidad de la calle, pero también he de decir que nuestros proyectos no salieron de los límites de la mesa de una terraza y que, ante todo, nos dolía el efecto divisorio que podíamos provocar, siendo Félix el que más incidía en la cuestión.

 Persona noble y de palabra, coherente con sus ideas, luchador sin descanso, conversador sabiendo escuchar...

 La muerte, Félix, no hace a nadie más bueno ni más malo por mucho que se quiera decir de él... La muerte es el fracaso por naturaleza porque arrasa con todos los proyectos... La muerte necesita de creencias futuras para que el hombre pueda aceptarla y quiera vivir... La muerte, se dice que se lleva siempre a los mejores... La muerte no delibera, por eso hace la oscuridad en vez de la luz, por eso quiere sembrar el olvido encerrando lo bueno, a falta de respiración, en la penumbra de las bibliotecas. La muerte, al fin y al cabo, ni te quita ni pone, solamente nos deja un vacío a los que aquí quedamos dándole vueltas y vueltas a lo inmisericorde. 

                                             ***

 Jesús Fernández. Poeta. No puedo imaginar otro epitafio para ti. Es posible que recuerde alguno de los títulos de tus libros, que pueda buscarlos en mis estanterías o que pueda recordar cuando hablábamos sentados en el banco de hierro colado de la plaza de cómo se componía la silva. No me olvido de tus cigarrillos ducados diarios ni de que, en previsión, dejabas en el quiosco de Antonio dinero a cuenta para que, en las cercanías de finales de mes, no te faltara el paquete... Nos dijo don Antonio Machado que él era "...en el buen sentido de la palabra/ un hombre bueno" Tú también lo eras y me parece que es lo mejor que puede decirse de un hombre.
 Ya no podré pasar por la plaza de Pepe Jiménez Barberi sin verte sentado a la sombra, tal vez no pueda escribir un par de versos seguidos sin que aparezcan bailando entre las letras y, de seguro, que  no voy a aceptar que te has ido y menos que te has ido para siempre.

 ¿Recuerdas cuando algunos, con ideas comunitarias, quisimos montar una cooperativa agrícola  he incluso se compró la finca en el campo de Canela, en la "Isla de las retamas" como dice Eladio? Tú no fuiste  de los fundadores, pero querías que te dejáramos un trocito de tierra para sembrar unas cepas y pisar las uvas con el deseo de hacer tu vino... Y es que tú, hicieras lo que hicieras, eras ante todo poeta y tu figura, que seguro que no ha dejado de pasear por donde siempre, era y es ante todo la de la poesía. Sensisibilidad sensible la tuya y niño que nunca dejó de ser niño. Doctor en hadas, en ninfas  y en el idioma monocorde que tiene el agua de la fuente de "los meones". Maestro artesano en el color de la rosas y fabricante de las alas pardas que le dan la libertad a los gorriones.  

 Fuiste valiente como el Cristo con los mercadores del templo: Era Viernes Santo de madrugada, era la madrugá. El Cristo pasaba por las calles altas con la cruz,  Simón el cireneo y la corona de espinas. Era una escena para fariseos que estaban observando sin ver; festeros, curiosos y turistas vestían su mejores galas. De algún rincón surgía una saeta errante y los vasos de las palomitas de aguardiente corrían con generosidad profana... Entonces tú, no sé si sintiendo la escena de la procesión que, tumbo a tumbo, caminaba entre el gentío, o sintiendo el desprecio de los que sólo creen un día y al siguiente pisan el corazón del hermano, levantaste la voz como un gigante al que, tal vez, se la puso en la garganta para que la hiciera queja, el propio condenado a muerte que paseaban: "¡Hipócritas! ¿Así queréis lavar vuestras conciencias ante el Cristo de la Villa?" Gritó tu poeta...Pero tres enchaquetados,  con la rapidez de la luz, quitaron a tu verdad de en medio. Nunca escuche alarido de dolor tan valiente ni palabra de honor tan palabra. Loco, le llamaron, a la cordura de tu alma y yo, ateo de pura casta, sentí que en aquella calle otra vez y sin piedad a un Cristo crucificaban... pero eras tú, Jesús... ¡que hasta Jesús te llamabas!

 El poeta no muere, sencillamente cansado de volar se posa y descansa. El poeta navega con sus versos para siempre, es la espuma de las olas, es el filo de la guadaña, es el aroma de las niñas, es el águila de las alturas, la mariposa colorida, el murmullo del aire, la flor y nata de la idea, el puño que se cierra, la daga que se levanta, y la sangre que por las venas corre y por amor se derrama... El poeta vigila en las alturas a la noche y avisa a su hora al alba, levanta al sol, despierta a la Luna y pastorea hasta el redil a las borrascas. El poeta es fluido, cuando dicen que muere, no muere, se convierte en poesía y habita para siempre desde el todo a la nada, el poeta es el beso por dar y quien los besos dados guarda. No muere nunca el poeta... ¡Nadie diga que muere! Con la libertad convive y en la pureza se alza! Fuera del cuerpo inmundo, de sueño a sueño salta y cuando alguien habla de amores o contra el tirano se alza, el poeta lo habita bravamente diciendo:  ¡levántate y anda!


Eugenio Manuel Díaz Herezuelo
Junio, 2.013

1 comentario:

  1. La fotografía que usada es del muro de Isabel Reñón en Facebook. El Autor.

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